¿Cómo vives tú sentirte sola? ¿Puedes sostenerlo? ¿O te cuesta mucho? ¿Quizás ni contactas con ella? ¿Qué haces cuando te sientes sola?
Muchas de las personas a las que he acompañado en terapia me han compartido que cuando apareció su conflicto con el cuerpo y alimentación o TCA (trastorno de la alimentación) fue en un momento en el que se sentían solas.
Algunas se sentían solas por la distancia: tener que vivir fuera de su ciudad o país por trabajo, estar de Erasmus…Otras se sentían solas por la situación vital que estaban atravesando: haber sido mamás, el fin de una relación, estar atravesando un duelo por fallecimiento de un ser querido…
Algunas otras se sentían solas por situaciones traumáticas que habían vivido o estaban atravesando: una relación difícil con sus progenitores, haber vivido episodios violencia, episodios de acoso escolar o laboral… Otras se sentían solas porque les costaba entablar relaciones sociales. Estas son sólo algunas de las situaciones que estaban experimentando.
Justamente el TCA o conflicto con la alimentación puede aparecer como un recurso que nos ayuda a sentirnos menos solas. Es algo que nos acompaña.
Para nada es dañino que nos arropemos emocionalmente a través de la comida, el comer para darnos abrigo, mimarnos desde la nutrición con esa bebida caliente, las galletas que nos recuerdan a la infancia, o esa comida que nos resulta sabrosa es un recurso más de cuidado.
Sin embargo, cuando la comida es el único recurso que tenemos en nuestra caja de herramientas para gestionar emociones, puede que no nos sirva en algunas ocasiones y también puede ser que aparezcan comportamientos en relación a la alimentación con los que nos hagamos daño. Precisamente, puede ser que a veces utilicemos la comida para desconectarnos o hacer más sostenible la vulnerabilidad de sentirnos solas.
Si estamos en una restricción alimentaria rígida puede ser que el dejar de comer nos lleve a experimentar una sensación de “estar haciéndolo bien”, “de no necesitar a nadie, ni siquiera alimento”.
Podría ser como un chute de fortaleza dentro de la soledad, sin embargo esta es una sensación efímera que nos hace dependientes de seguir restringiendo para poder mantener el sentirnos poderosas. Al mismo tiempo, esta restricción puede dañarnos fisiológicamente (desnutrición, pérdida de memoria y atención,amenorrea, sistema nervioso dañado…) y emocionalmente (aislamiento, tristeza,ansiedad, alerta continuada…).
Si estamos haciendo atracones puede ser que la ingesta alimentaria compulsiva nos lleve a experimentar una “sensación de dejarnos ir”, “de contactar con el placer de no controlar”, “de sentirnos acompañadas”, “de no pensar ni sentir” incluso de sentirnos como narcotizadas.
Podría ser como sentirnos dormidas por dentro, acorchadas para no sentir la soledad. La compulsión puede llevarnos a sentirnos dolor físico (malestar digestivo y abdominal) y también psicológico (tristeza, ansiedad, depresión, culpabilidad).
Otra situación en la que podemos estar es pasar de un estado de restricción a hacer atracones. Como un péndulo que nos lleva del “no necesito a nadie” al “necesito todo”. Al igual que las dos anteriores la compensación afecta directamente a nuestro bienestar emocional y fisiológico.
Estos son algunos ejemplos de cómo podemos utilizar la comida con la intención consciente o inconsciente de querer sostener la soledad y hacernos daño. Pero cada persona es un mundo y podemos encontrar diferentes maneras, según nuestra historia y experiencias vividas.
Si la restricción, la compulsión o la compensación alimentaria son los recursos que estas utilizando actualmente para no estar con la soledad, no te juzgues. A veces en la vida no hemos tenido oportunidad de aprender otras herramientas que nos ayuden a gestionar nuestras emociones y vamos sobreviviendo con los recursos que disponemos. No es tu culpa.
Ahora que tienes esta información, sólo date unos minutos y reflexiona sobre si esos comportamientos con la alimentación que usas te están dañando, si sientes que te limitan, que dependes de ellos, que tienes miedo de dejarlos. Si es así, qué bueno que ahora puedas tomar consciencia para atenderlo, quizás con tus recursos propios o a través de un proceso de terapia en la que puedas proporcionártelos. Si necesitas compartir recuerda que aquí estamos.
Texto por Aizea Villarreal, terapeuta y cofundadora de Desnúdate Autoestima Corporal